En diversos mares y océanos hay islas que han sido predilectas de príncipes para sus estancias de recreo, o que sirvieron de forzado exilio y hasta de inopinado y húmedo panteón. Al oír hablar de Corfú o de Mallorca, pensamos quizás en la emperatriz Sisi o en el archiduque Luis Salvador de Austria-Toscana, respectivamente. La soberana austríaca habitaba allí la Villa Achilleion y el excéntrico y culto príncipe toscano en varias casas que adquirió en la isla balear, como La Estaca, Miramar o Son Marroig.